Entonces María pidió a Catalina: "Haz que se acuñe una medalla sobre este modelo de mi imagen. Los que la lleven recibirán grandes gracias" ... Las primeras medallas se fabricaron en 1832 y se distribuyeron por todo París. Casi inmediatamente, las bendiciones que María había prometido comenzaron a llover sobre quienes llevaban su medalla. La devoción se extendió como un reguero de pólvora. Al poco tiempo, la gente la llamaba la "Medalla Milagrosa".
Los católicos debemos llevar esta medalla, como lo pide la Virgen, no como un amuleto sino como un objeto de devoción, un instrumento a través del cual Dios ha querido derramar gracias abundantes a quienes lo llevan con fe.
Para mantener esta medalla siempre como nueva es recomendable pulirla de vez en cuando con un paño limpio.
Plata 925
Medida 10mm
Fundida a mano en Bosnia Herzegovina
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